La innovación está sobreestimada. Es sexy ser el primero, pero también puede ser mortal.

La fantasía es que la innovación es grandiosa y es una, o un conjunto de varias de la misma, que impacta hasta en los más recónditos mercados.

Se infiere que el que pega primero pega dos veces, pero esto no ocurre en la mayoría de los casos.

La innovación es necesaria para crear ventajas competitivas, pero ser el primero cuesta y en ocasiones acaba.

Haciendo a un lado los golpes de suerte, que los hay, y muchos, innovar implica una inversión constante en algún tipo de investigación, estudios de mercado, pruebas piloto, gastos de comercialización para 'educar' a los consumidores sobre el nuevo producto o servicio y, además, una alta probabilidad de fracaso.

Les duele a los innovadores, pero la evidencia apunta a que frecuentemente son los imitadores tempranos los que se llevan la rebanada más grande.

Somos copiones por naturaleza, incluso oficializamos la copia gracias al benchmarking, que consiste en estudiar competidores e incorporar las mejores prácticas.

Hay que saber copiar, si nos la pasamos viendo al competidor y perdemos de vista al mercado, con el tiempo nos mimetizamos y acabamos pareciéndonos todos, erosionando las utilidades de una industria entera.

Las innovaciones pueden proponer, pero el mercado acaba por disponer.

Anterior
Anterior

Tu teléfono móvil: lo cargas a todos lados, te preocupas de que no le pase nada y de que siempre esté junto a ti.

Siguiente
Siguiente

El "otro yo" es un ser impredecible que vive dentro de nosotros, que aflora de la manera más extraña y en el momento menos esperado.