Los contrapesos son indispensables.

Un contrapeso es una realidad que de repente se te estrella en la cara; alguien que se atreve a decirte lo que piensa; una crisis que rompe con tu zona de confort y te reta en tu paradigma predominante.

Por definición, los contrapesos generan confusión y son incómodos, por lo que suelen ser silenciados o nulificados, consciente o inconscientemente, a base de dinero, autoridad, chantajes, racionalización, persuasión, dogmas, fanatismos, evasión, entre otros.

Una vez que la persona elimina los contrapesos todo lo mira con una sola perspectiva, y para todo aplica la misma receta. Por ejemplo, si la monoperspectiva de un ejecutivo es bajar gastos y ser eficiente, los problemas de la empresa los explicará siempre como que faltó hacer más ahorros. Si una persona ve todo con el lente del compromiso, desde guerras, suicidios, quiebras y hasta divorcios serán explicados como falta de compromiso. Si lo ve bajo un complejo, dirá siempre que es un complot.

A falta de contrapesos la visión se filtra, se sesga y busca comprobación externa hasta que la encuentra, reforzando así el ciclo de negación.

Un líder sin contrapesos acaba, siempre, por desviarse y perder la visión. En la obsesión por el presente se sacrifica al futuro; en la obsesión por la productividad se sacrifica a la estrategia; en la obsesión por los gastos se sacrifica la inversión.

En una bella paradoja está la contraparte: a veces las ideas polarizadas acaban por convertirse en éxitos de mercado. La monodirección te puede llevar a tener un éxito en el mercado, pero si no incorporas en algún momento la divergencia y lo heterogéneo, con el tiempo, el éxito dejará de serlo.

Por eso es tan peligrosa la homogeneización en los ejecutivos y la falta de un consejo independiente y auténtico. He visto organizaciones donde la voz del jefe jamás es cuestionada y todo mundo le da por su lado. El líder inseguro acaba por rodearse de Yes Men, sin voz propia, que son recompensados por su cómoda pero peligrosa complicidad.

Todos tendemos hacia la polarización. Si nos dejan solos acabamos en el extremo, polarizados, unidimensionales. Sin contrapesos, fácilmente podemos convertirnos en nuestros peores enemigos y darle rienda suelta a nuestras propensiones, obsesiones y compulsiones, llevándonos de encuentro al negocio y potencialmente a familia y amigos.

Sin contrapesos perdemos perspectiva y sesgamos el juicio. Es justamente en ese tironeo, en la tensión de fuerzas entre los pesos y contrapesos, donde se construye y se evoluciona.

En la medida correcta, la tensión es parte de una buena gestión.

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