Uno propone, el mercado dispone.

Nos afanamos para sacarle ventaja al competidor haciendo algo diferente y, sobretodo, relevante para el mercado meta.

La estrategia, entonces, se cimienta sobre 4 acciones o momentos: 1. se explora para detectar una ventaja competitiva, 2. se detecta 3. se explota 4. y se regresa al ciclo de exploración nuevamente.

Una vez detectado "el punto nervioso" en el mercado (el punto 3), el juego se convierte en uno de velocidad y de quién satura el nicho descubierto primero. Es que la velocidad desincentiva la copia en función de que una ventaja siempre tiene prescripción o vigencia. No hay mal, ni ventaja competitiva, que dure 100 años.

Es más, cada vez duran menos las ventajas. Los ciclos se han reducido, la mortandad se ha acelerado y los grandes cada vez caen más duro, más rápido.

Ahora bien, las ventajas tienen que ser validadas con la relevancia. Una ventaja no puede construirse (el objeto), sino que tiene que ganarse en función de la relevancia que tenga para el mercado meta (el sujeto).

El caso es que puede haber "ventajas competitivas" que sean irrelevantes.

Y hay que conceder que la relevancia es un tema complicado. Mientras las empresas invierten millones de dólares en investigaciones de mercado, los consumidores frecuentemente no saben con certeza lo que quieren o no lo saben articular.

Es difícil de aceptarlo, pero la mejor investigación de mercados es la iteración; la prueba y el error.

Finalmente, uno propone, pero el mercado dispone.

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