Trabajar hasta morir.

Llegó el ejecutivo de 36 años a Monterrey proveniente de la CDMX. Se encontró a amigos en los aviones y bromeó para alivianar el pesado vuelo de las 7 de la mañana. Era su presentación trimestral con su jefe y colegas. Tras unos chilaquiles, se tomó un cafecito, repasó su presentación, le hizo algunos cambios, tomó algunos apuntes. Minutos antes fue al baño, se peinó, se ajustó la corbata y finalmente empezó. Y ahí frente a todos, apuntando a una filmina y en pleno discurso, de repente se desplomó. Alguien gritó con alarma: le dio un infarto.

Corrieron al piso, llamaron a la ambulancia, le deshicieron el nudo de corbata, se miraban confundidos, nadie sabía qué hacer. 36 años y el tipo infartado: pero si se veía tan bien; si hasta se echó unos chilaquiles; si está muy joven; si ni gordo está; si era muy sano; y así los comentarios se multiplicaban por el edificio. En su mente todo mundo pensaba, ¿y yo? Y por un momento se miraron a ellos mismos ahí proyectados: tirados en el suelo, con la mano en el pecho, gimiendo.

Qué susto. Me voy a ir a checar, voy a hacer ejercicio, la voy a agarrar más tranquila, voy a revisar mi seguro de vida, voy a dejar la grasa, y así.

Es que el ataque al corazón es como un asesino mercenario contratado para matar. Un ataque al corazón llega sin aviso, en la más normal de la situaciones: en una cena con amigos, en un discurso a un grupo, en la regadera, conduciendo un auto, en pleno vuelo, en la tarde, en la madrugada, corriendo, caminando, dormido. Llega por sorpresa y con una resolución fulminante. Fum. Soc. Tas. Muerto estás.

Hace unos 40 años se empezaba a acuñar el término de la Personalidad tipo A, asociada típicamente a una persona de sexo masculino -también las hay de sexo femenino- automotivados, agresivos, enfocados a resultados, acelerados, polifásicos, inquietos, ansiosos, broncos, el Macho Alfa en plenitud.

El tipo A también podía verse en primates, por ejemplo mandriles, donde el líder usualmente tenía más comida y hembras a su alrededor, y los tipos B, sumisos, más tranquilos y seguidores, adoptaban con claridad sus roles complementarios.

Tras estudios en varias especies, los investigadores concluían que los tipo A eran los indicados para dirigir organizaciones y llevar a las empresas hacia el éxito.

Pero con el tiempo apareció otro concepto popularizado por Gardner, el de la Inteligencia Emocional, que apelaba más bien a la habilidad del ejecutivo para interactuar, comunicarse y manejar grupos de personas, lograr que se integren, que compartan un objetivo y enfocar recursos.

Entonces el criterio pareció cambiar: un tipo B o un tipo C -más ecuánimes que el tipo A- con inteligencia emocional tendía a ser mejor líder que un A brusco e insensible.

El caso es que, el premio mayor, el puestazo, el sueño del auto con chofer, la oficina de la esquina, la excelente paga, el futuro seguro de los hijos y todo lo que una persona pudiera asociar con ser la cabeza de un negocio, conlleva en el paquete problemas coronarios y el infarto.

Cuando menos esa es la tesis de Body View en Boca Ratón, Florida (Del Jones, USA Today), que en un estudio -aún no con validez estadística- de 150 directores generales arrojó que más del 50 por ciento tenía algún tipo de trastorno cardiovascular, comparado con otro estudio con gente de la misma edad -no directores- donde solamente el 6 por ciento tenía problemas. La diferencia es abismal, sugiriendo una relación causal o, en el peor de los casos, concomitante.

Una de las implicaciones parece ser que lo que se requiere para estar al frente de las organizaciones, es justamente lo que incrementa la propensión a los infartos. En el pecado viene la penitencia; en el don viene la maldición.

Es que el stress de tener la responsabilidad definitivamente se siente diferente: no es lo mismo estar a cargo de un área funcional -que sin duda ya es estresante- que traer a cuestas una empresa entera, independientemente del tamaño.

Esto me hace recordar a uno de mis ex jefes. Este -aparte de brillante y capaz- era grandote, narizón, voluminoso, gritón, demandante, agresivo, mal hablado. Una vez que lo vi tranquilo le pregunté si no le daba pendiente que le diera un infarto con tantos corajes. Y soltó la carcajada más grande que le había escuchado, y me dijo: "a mí no me va a dar un infarto, en todo caso le dará infarto a los que trabajan para mí; yo me enojo de la boca para afuera, ja, ja, ja, ja". Siempre me quedó la duda si esto era verdad; llegué a pensar que quizá era una forma sutil de tortura al compartirme que cuando me regañaba con furia, por dentro estaba ja, ja, ja. Mis saludos y afecto a este ex jefe.

Pero el caso es que los directores de empresa también son humanos, y mueren en los momentos menos esperados y en pleno funcionamiento en la empresa. Y ahí está Cantalupo, el ex líder de McDonald's, que de manera súbita falleció, uniéndose a la lista de directores de empresa que mueren en pleno funcionamiento, entre los conocidos se encuentran: Dave Thomas, fundador de Wendy's; Frank Wells, de Disney; Roberto Goizueta, Coca Cola; Jerry Junkins, Texas Instruments; Norioki Morinaga, NTT DoCoMo; y Mark Hughes, fundador de Herbal Life, por mencionar algunos.

En la antigua China, el médico de cabecera recibía una mensualidad mientras la familia estuviera sana, misma que se suspendía cuando algún miembro de la familia enfermaba. No importaba si se trataba de una gripe o una enfermedad terminal, le dejaban de pagar su mensualidad y el médico chino tenía el compromiso de atenderlos hasta que murieran (con el riesgo a perder su reputación) o sanaran. Sin embargo, en el mundo de hoy la corrección parece preferirse a la prevención; así como tratar síntomas en lugar de problemas de salud.

Aún y con todo, hay quien quiere justamente eso: morirse en la oficina trabajando como siempre.

Ok, allá cada quien. Pero no a los 36 años.

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