Nos leemos por aquí cada semana.

Por Horacio Marchand

 
 
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¿Propósitos de año nuevo? Mejor que sean para dejar de hacer cosas.

¿Qué me quito de encima? ¿A qué actividad, proceso, ritual, persona o vicio, me sacudo? Hay que remover a lo que drena, hay que renunciar y dejar de hacer porque si no hay espacio, lo nuevo nunca llega.

Y nos vuelven a dar otra oportunidad. Un año nuevo es para enmendar, corregir, replantear, volver a empezar. Es como un bello amanecer tras las pesadillas y tormentos de la noche anterior donde, después de dos tazas de café y leer el periódico, el monstruo de la noche se desvanece y vuelves a ver los problemas en su dimensión real.

¿Propósitos de año nuevo? Mejor que sean para dejar de hacer cosas.

¿Qué me quito de encima? ¿A qué actividad, proceso, ritual, persona o vicio, me sacudo? Hay que remover a lo que drena, hay que renunciar y dejar de hacer porque si no hay espacio, lo nuevo nunca llega. En lugar de llenarme de cosas/ideas/personas que me hacen más pesado, negativo, amargoso y lento, mejor llenarme de energía ligera y flexible.

Quizás haya que morir lo suficiente para podernos renovar. El renacer, replantear y reinventar, no pueden ocurrir si no hay una ceremonia que entierre lo que se pretende erradicar.

A lo que me refiero es hacia la disposición de morir en algo de nuestra vieja versión de nosotros mismos y renacer en la oportunidad, la energía creativa y la progresión del ciclo.

Es como atreverse a vivir varias vidas en lugar de solo una. De ser lo suficientemente irreverente como para atrevernos a ser otros, como el gusano que también sabe ser mariposa.

Pero no lo mismo, siempre. Es difícil y duro aceptar que para renacer hay que morir.

Año nuevo, vida nueva.

¡Feliz 2021!

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La felicidad es un invento y un anhelo que por definición es inalcanzable.

Una niña conversaba con su espantada mamá lo que quería de regalo de Navidad y lo que la haría feliz. Y en eso, la niña de 6 años resolvió lo que quería ser de grande: feliz.

Navidad, a gastar, todo mundo a comprar; hoy es día de alegría, hay que regalar. Y todo parece cuadrar: aguinaldos, regalos, comer y beber: botanita, postrecito, vinito, quesito, jamoncito, cervecita, pavito; y la pancita, por ahora, no importa.

Y el lado simbólico, el origen, a casi todos nos pasa de noche: el nacimiento de un niño judío llamado Jesús de Nazareth, conocido también como el hijo de Dios, que vino a este mundo para sacrificarse y así salvarnos (la tesis fundamental de San Pablo). Hace 2020 años que nació, e independientemente de la fe religiosa que se profese, sin duda este niño fue extraordinario al grado que partió al calendario de la civilización en dos: antes de Cristo y después de Cristo.

Pero es el lado festivo el que parece tener predominancia. Algunos lo condenan como americanismo, pero a la mayoría ni siquiera eso importa, ni invierte tiempo para analizar y reflexionar: ¡es Navidad!

Una niña conversaba con su espantada Mamá lo que quería de regalo  y lo que la haría feliz. Y en eso, la niña de 6 años resolvió lo que quería ser de grande: feliz.

Tras preguntarle qué era para ella la felicidad, la niña -sin titubeos- dijo que un Porsche rojo convertible, una casa grande con mucho jardín y una alberca, aunque ésta última sea pequeña.

¿De dónde saca la niña la definición de felicidad?

Del mismo lugar que la sacan los adultos.

¿De dónde sacan los adultos la definición de la felicidad?

Quién sabe.

La felicidad es un invento y un anhelo que por definición es inalcanzable.

La felicidad va y viene; tiene que ver con el tiempo, el contexto, algún evento o alguna experiencia (por ejemplo cuando se sale de compras).

La felicidad es algo que ocurre justamente cuando uno no la percibe.

La felicidad es un estado de satisfacción y relativa paz, que es más o menos permanente y prevaleciente en la vida de una persona.

La felicidad es lo que cada quien interprete como felicidad.

¡Buena suerte y Feliz Navidad!

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Nuestros hábitos nos manejan a nosotros en lugar de nosotros a ellos.

¿Cuándo vamos a aceptar que la mayoría de lo que hacemos es inconsciente, automático, y que rara vez lo cuestionamos?

¿Cuándo vamos a aceptar que la mayoría de lo que hacemos es inconsciente, automático, y que rara vez lo cuestionamos?

La batalla más grande de toda la vida es la lucha contra uno mismo. Esa lucha por dejar de hacer algo vs. el hacer algo nuevo; una guerra entre lo que es y lo que se quiere ser; o quizás debería decir: entre lo que ya no se quiere ser contra lo que podría ser.

La inercia es como un monstruo que lentamente sabotea al cambio. Cada cambio que hacemos nos causa un desgaste de energía adicional, al tiempo que la rutina es un factor de eficiencia.

La familiaridad cuesta menos trabajo, cuando menos en el corto plazo. Por eso la frase "más vale malo conocido que bueno por conocer". Si se analiza con calma, la frase es bastante irracional: ¿Cómo es que va a ser mejor quedarse con lo malo que abrirse a conocer lo bueno?

En momentos de presión, buscamos alivio en lo establecido y nos refugiamos en lo estandarizado, en lo de siempre. Pareciera que psico-biológicamente existe un mandato de minimizar la energía adaptativa y aferrarnos a lo que ya tenemos, a no arriesgar, a no enfrentarnos a la ansiedad que un nuevo emprendimiento conlleva.

¿Cómo lidiar con el hábito, cómo combatirlo o, mejor aún, usarlo a nuestro favor? El esquema conductista, propuesto por B.F. Skinner, a base de reforzamientos positivos y negativos suele ser el más socorrido; es decir, castigas al "no-cambio" y premias al "sí-cambio". Pero estudios recientes en la plasticidad del cerebro sugieren una vertiente alternativa: no sólo utilizar la teoría del reforzamiento, sino apuntalarse en uno de enfoque sistémico.

Este enfoque consiste en reiteradamente estar abordando, preguntando y conversando sobre el cambio deseado. Cambiar la narrativa predominante es quizá el primer paso para el cambio de conducta.

Por ejemplo, si una persona decide dejar de fumar o moderar sus alimentos, entonces la atención y el apoyo de la gente que está cerca de ella es vital para mantener enfocada a la persona y a la meta vigente. Su compromiso tiene que ser público, no privado.

Al final del día, la actitud no cambia la conducta, sino la conducta es la que cambia a la actitud.

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Cada like equivale a una caricia digital.

Dame like. Dame muchos likes. Si me das likes me pongo contento, me siento validado e integrado.

Dame like. Dame muchos likes. Si me das likes me pongo contento, me siento validado e integrado. Yo también te daré likes, y aunque esté encerrado en pijamas y sin rasurar, estaré allá contigo, vestido y alborotado, compartiendo tu viaje exótico, tu holgazanería del domingo, tu insomnio del miércoles.

Dime que me viste, que te gustó lo que tuiteé o lo que puse en Instagram, que me vi bien trepado en el yate o en el columpio, en Machu Picchu o en la Alameda. O mejor aún, díganmelo muchos, que entre más, más feliz me harán. Prometo ver con detalle quién me puso like y sonreír cuando vea su foto. Por un instante quedaremos conectados: "qué buena gente era, qué bien nos la pasamos, qué bueno hubiera sido, qué gusto que me dio like".

Es que no hay nada peor que “postear” algo sin vida o sin consecuencia, penoso subir algo a la red que no tenga likes o comentarios. 

Una publicación desolada tiene el potencial de generar el efecto contrario: me sentiré triste e inseguro. Recordaré ese terrible sistema de castas de la secundaria donde estaba clara la frontera entre los populares y los no populares, entre los in y los out, entre los cool y los nerds.

Vivimos en una economía de likes que funciona como moneda emocional en curso y que nos impacta en nuestros estados emocionales y niveles de ansiedad. Todos empezamos con un capital de likes que dependen del grado de extroversión, popularidad o influencia que tengamos. Luego viene el efecto transaccional: si se dan likes, se recibirán de regreso. Si no se dan, se acabará por obtener pocos.

Esta economía de likes está compuesta por unidades de reconocimiento que confirman el "existo" o el "valgo". Hay unidades positivas: como cuando nos llaman por nuestro nombre, nos miran a los ojos, nos sonríen, o cuando recibimos abrazos, caricias y piropos.

También hay unidades de reconocimiento negativas que aunque sean agresiones, ratifican la existencia de la persona (me miran). En este caso se encuentra los haters que siempre se están peleando, provocado debates y tensión.

Cada like entonces es el equivalente a una caricia digital (basado en el concepto strokes del fallecido Eric Berne), donde el like funciona como un reconocimiento o acuse de recibo psicológico de la persona o su acción.

Conectarse digitalmente funge como evidencia de nuestro encuentro, como testigo que estuvimos allá, que hicimos aquello, que conocimos a alguien. Conectarse es prolongarse, intercambiarse, extenderse.

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El ego busca pertenecer; la esencia busca ser.

Vivimos en una sociedad donde ahora resulta que para estar "integrados" tenemos que ser similares y al mismo tiempo tener nuestro propio estilo.

Se es o se pertenece; infelizmente, pareciera que son mutuamente excluyentes. Por más que incomode la idea, no puede dejarse de considerar el tradeoff o la compensación contraria que se demandan mutuamente.

Pertenecer a la tribu y al colectivo tiene sus ventajas: ayuda a definir quién eres y amaina la duda de cómo comportarse porque provee las reglas y convenciones de la tribu. De igual manera, brinda una sensación de ser algo más grande de lo que somos individualmente. Por eso hay personas que están definidas por la empresa donde trabaja, su religión, su deporte o los libros que lee.

Además, pertenecer tiene sus razones en la psicología evolucionaria. En nuestros cientos de miles de años de nómadas, si no pertenecías a la tribu o no te acoplabas a las reglas, hábitos y costumbres, eras aislado y abandonado. En la interperie resultaba imposible sobrevivir ante la amenaza del clima, los predatores y otras tribus. Tu vida dependía de ser normal. El original, el innovador y el corre-riesgos era desterrado. 

Vivimos en una sociedad donde ahora resulta que para estar "integrados" tenemos que ser similares y al mismo tiempo tener nuestro propio estilo.

“I didn't listen” es una frase poderosa que si llega en el momento adecuado, puede ser un catalizador y un disparo para romper la inercia que acaba por convertirse en entropía.

“I didn't listen” parece gritarnos una invitación a rescatar sueños enterrados y darles vida a viejos o nuevos anhelos.

El privilegio de toda una vida es ser uno mismo.

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Somos luz y sombra. Tenemos virtudes y defectos, ideales nobles e ideales egoístas.

Si uno está bien y se mantiene bien, podrá sortear las vicisitudes del virus y la crisis económica que está en puerta. Si uno no está bien, cualquier viento en contra nos tumbará y nos llevaremos de encuentro a los que están cerca.

Somos luz y sombra. 

En el lado de la luz o la energía creativa: habrá quienes virtualmente vayan al Louvre o al Museo del Prado, tomen clases de yoga, meditación o cursos gratuitos de alguna universidad renombrada. También habrá quien aproveche para ponerse a dieta, conversar y convivir más y mejor con su pareja y/o familia.

En el lado de la sombra, o la energía destructiva: se incrementarán los casos de alcoholismo, drogadicción, visitas a sitios pornográficos, discusiones y violencia familiar. Lo anterior se agrava porque las reglas implícitas y de convivencia en casa se vinieron abajo y tienen que ser redefinidas ante el "exceso de presencia". Al mismo tiempo, se tiene que re-organizar la interacción y los espacios de soledad intermitente.

La forma en que manejamos la intimidad y estructuramos el tiempo son torales para el bienestar personal. Si libramos el reto personal, contribuimos al bienestar de la familia y de la sociedad. Es un efecto multiplicador que impacta eventualmente en el colectivo.

Si uno está bien y se mantiene bien, podrá sortear las vicisitudes del virus y la crisis económica que está en puerta. Si uno no está bien, cualquier viento en contra nos tumbará y nos llevaremos de encuentro a los que están cerca.

Entonces: a cuidar nuestra estabilidad física, mental y emocional. La auto-disciplina, la paz y la fuerza personal, son retos de toda la vida y sobretodo del día a día. La disciplina nos mantendrá en curso. Como decían los romanos: "vence el que se vence".

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El deseo suele ser una trampa.

Se desea lo que no se tiene en la paradoja de que cuando el deseo se cumple, ya no puede ser deseado.

Se desea lo que no se tiene en la paradoja de que cuando el deseo se cumple, ya no puede ser deseado. Es que el deseo implica la carencia, por eso cuando algo se posee o se logra, la carencia desaparece y con ella el deseo.

Se vive en el anhelo: si yo tuviera y/o si yo fuera, todo cambiaría: sería otro, sería mejor y sería feliz.

Se quiere aquello que no se tiene y frecuentemente genera una obsesión que nos consume, borrando de tajo de nuestra atención y dedicación a todo aquello que ya se tiene. Es un reto, casi un imposible, querer lo que ya se tiene.

La dinámica del deseo, su complejidad y su metamorfosis, conforman una elaboración tal, que prácticamente nos aseguran una vida de insatisfacción permanente.

El deseo no sólo desaparece cuando se obtiene sino que, según Jean Lacan, es inalcanzable porque en realidad se desea a algo fantasioso, a un constructor idealizado que poco tiene que ver con la realidad.

Se desea al príncipe azul o a la más bella de las princesas, al dream job o al encuentro con nuestro destino que se cree que es pre-determinado y que si tan sólo lo descubriéramos sabríamos, con exactitud, nuestro rumbo y estaríamos donde debemos de estar.

Desear es una motivación de vida invaluable pero, como todo, tiene su lado oscuro. Puede ser también una condena hacia la insatisfacción y en el caso de negocios, hacia el fracaso.

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Postear en las redes sociales funciona como un collage proyectivo del subconsciente.

Predomina la necesidad de ser reconocidos por algún tipo de medio, y hasta pareciera que es mejor que nos golpeen emocional o físicamente, a que nos ignoren; conviene recordar que éste es un proceso del subconsciente y es difícil de reconocerlo a nivel consciente.

De niños nos miran, nos tocan, nos abrazan y nos sonríen. De adolescentes, adolecemos y, por temor al rechazo, nos modelamos para ser "normales". De adultos desaparecemos frente a un sistema que nos engulle.

¿Y ahora quién nos dará reconocimiento? ¿Cómo hacemos para obtenerlo?

Anteriormente, había que hacer una inversión personal de tiempo y esfuerzo para ser reconocidos. Hoy en día, sólo necesitamos postear algo, lo que sea, en Instagram, Tik Tok o Twitter y esperar que nos "likeen".

Es humano querer que nos vean: "Mírame, envídiame, dame un saludo y reconoce lo que estoy haciendo. Observa que viajé hasta acá, que me subí a un camello, que estuve en la torre Eiffel, que bajé esquiando y que me tiró un caballo".

Vivimos en un sistema económico de likes donde la moneda se mueve y se intercambia. Todos empezamos con un capital inicial de likes que dependen del grado de extroversión digital. Luego viene el efecto transaccional: si se dan likes, se recibirán de regreso y viceversa.

Predomina la necesidad de ser reconocidos por algún tipo de medio, y hasta pareciera que es mejor que nos golpeen emocional o físicamente, a que nos ignoren; conviene recordar que éste es un proceso del subconsciente y es difícil de reconocerlo a nivel consciente.

Una invitación de amistad, de inmediato hace que se libere algo de dopamina (relacionada a le felicidad). Como toques que producen sensaciones agradables una y otra vez. Como me dijo alguien una vez "necesito mi dosis de likes".

Conectarse digitalmente funge como evidencia de nuestro encuentro, como testigo que estuvimos allá, que hicimos aquello, que conocimos a alguien. Conectarse es prolongarse, intercambiarse, extenderse.

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Don't bullshit yourself.

Con mentirse a uno mismo al principio y una sola vez, es suficiente para no tener que mentirle a nadie más. "Si yo me la creo" entonces no le miento a nadie más.

Con mentirse a uno mismo al principio y una sola vez, es suficiente para no tener que mentirle a nadie más. "Si yo me la creo" entonces no le miento a nadie más.

El dicho de que "se cree sus propias mentiras" está basado en una fascinante realidad del funcionamiento del psique.

La realidad no existe. Sólo existe la realidad percibida; la realidad subjetiva.

La realidad cambia tan fácil como se cambia la perspectiva. Es como ver a la ciudad desde el automóvil en medio de un embotellamiento, contra verla desde lo alto de un helicóptero, contra verla desde lo alto de un avión o verla desde la luna montados en una nave espacial.

La mente tiene la capacidad del auto-engaño. Podemos distorsionar la realidad, creernos nuestras mentiras, y tenemos la capacidad de ver, sentir, apreciar, algo que simplemente no existe.

El tema de interés no llega hasta ahí. El tema verdadero es entonces cómo reacciona la persona y cómo decide con esa información distorsionada. Es decir, cómo se equivoca.

Podremos aceptar y vivir con personas llenas de defectos, sesgos, mañas y neurosis; o mejor dicho, podrán aceptar vivir con nosotros que estamos llenos de defectos, sesgos, mañas y neurosis.

Pero, ¿qué pasa cuando se trata de líderes que gestionan empresas, que manejan recursos y cuyas decisiones cotidianas influyen en la vida de empleados, proveedores, clientes y accionistas? ¿Qué pasa cuando se trata de presidentes de naciones?

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Nacemos originales, morimos copias.

El privilegio de una vida es ser uno mismo. Estamos obligados a hacer auto-examen y una auto-crítica: ¿qué tanto de lo que soy es realmente mío?

Crecemos dentro de varios sistemas que nos preceden y que por lo tanto nos influyen; seguimos un conjunto de normas, valores, ideas y orientaciones, bajo la premisa de que entonces seremos "normales".

La tragedia implícita es que lo "normal" demanda moderación y esto va en contra de lo extraordinario. Lo excepcional, por naturaleza, obliga a la originalidad y a ser excesivo. Solamente el exceso tiene la fuerza creativa y la vitalidad suficiente para alterar el curso de la inercia.

Los sistemas están cargados de energía psíquica y se van infiltrando en nuestra voluntad al grado de que la diseñan y moldean. Existen por lo menos cinco sistemas: nuestra herencia ética, judeo-cristiana; nuestra formación cultural, greco-romana; nuestro sistema histórico; el sistema capitalista y el sistema de familia, con sus propios códigos y pre-disposiciones.

¿Será que el aniquilar nuestra creatividad personal nos está hundiendo, a niveles récord, en el uso de benzodiacepinas y en el consumo de drogas y alcohol?

Ser original tiene su costo: a Giordano Bruno lo quemaron, encarcelaron a Mandela y mataron a Luther King. Menos dramático, pongo el ejemplo de escritores: a J.K. Rowlings, le fue rechazada su obra de Harry Potter por nueve editoriales diferentes; a George Orwell, con su obra maestra Animal Farm, le dijeron "que era imposible vender historias de animales", y John Grisham, el vendedor de thrillers legales más vendido en la historia, tuvo que tragarse el orgullo y seguir tras 26 rechazos editoriales.

Hay que persistir; aunque no haya éxito convencional, pero por lo menos se logre el rescate de uno mismo. Esto conlleva el dolor de la confrontación personal y la introspección, teniendo en cuenta que el conflicto es un requisito para obtener consciencia personal.

El privilegio de una vida es ser uno mismo. Estamos obligados a hacer auto-examen y una auto-crítica: ¿qué tanto de lo que soy es realmente mío?

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Vemos el complejo ajeno y negamos el propio.

Todos, en cierto grado, somos neuróticos, tenemos complejos, sentimientos de inferioridad y áreas ciegas. De ahí que el manejar una organización es, antes que nada, un tema bastante personal.

Todos, en cierto grado, somos neuróticos, tenemos complejos, sentimientos de inferioridad y áreas ciegas. De ahí que el manejar una organización es, antes que nada, un tema bastante personal.

Los complejos afloran de manera compensatoria y se reflejan cuando una persona sobre reacciona defensivamente a algo o se comporta de manera "irracional". C. G. Jung decía sobre los complejos: "Aparecen y desaparecen según sus propias leyes; pueden provocar obsesiones y compulsiones".

Vemos el complejo ajeno y negamos el propio. Más que tener un complejo, el complejo nos tiene tomados a nosotros.

Y no hablo de superación personal, que debería ser suficiente para darle la importancia que requiere, hablo del costo de las malas decisiones de negocio.

Un líder que no ha trabajado en su persona, que no tiene idea de los procesos psíquicos básicos, es más propenso a querer tener la razón que hacer lo razonable, a negarse a ver una realidad que perturbe su autoconcepto, a darle prioridad a aquellas cosas que lo validen sobre aquellas cosas que potencien al negocio.

Estos líderes no saben qué hacer cuando el negocio va mal. Son hipersensibles a los síntomas e insensibles a las causas. Se van sobre las emergencias para generar una sensación de activismo. Están atentos a la justificación y cuando todo les falla, cuando la caída no puede detenerse, les queda el recurso del chivo expiatorio. A linchar y a darle sangre a los dioses, con la falsa creencia de que así se exorcisa el problema.

¿De qué otra manera puede explicarse que ahora que "estamos más avanzados que nunca", optamos por la autodestrucción? Destruimos nuestro planeta, contaminamos, estropeamos nuestra mente y cuerpo con comida chatarra, somos más obesos que nunca, nos afanamos a la guerra. Y por si fuera poco, tenemos a nuestro alcance un botón que puede activarse en cualquier momento y hacer explotar "n" veces el planeta

Los líderes, en especial, tienen que estar en su mejor forma y procurar sistemáticamente un balance: estudiar, practicar, hacer ejercicio, cuidar la nutrición, apoyarse en lo familiar y social, ayudarse de lo espiritual y aceptar, antes que trabajarla, su dimensión psicológica.

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Celebra las imperfecciones, agradece las irregularidades, aprecia la originalidad.

La tragedia implícita es que lo "normal" demanda moderación y esto va en contra de lo extraordinario. Lo excepcional, por naturaleza, obliga a la originalidad y a ser excesivo.

La tragedia implícita es que lo "normal" demanda moderación y esto va en contra de lo extraordinario. Lo excepcional, por naturaleza, obliga a la originalidad y a ser excesivo. Solamente el exceso tiene la fuerza creativa y la vitalidad suficiente para alterar el curso de la inercia.

 Los sistemas están cargados de energía psíquica y se van infiltrando en nuestra voluntad al grado de que la diseñan y moldean. Existen por lo menos cinco sistemas: nuestra herencia ética, judeo-cristiana; nuestra formación cultural, greco-romana; nuestro sistema histórico; el sistema capitalista y el sistema de familia, con sus propios códigos y pre-disposiciones.

Por supuesto que son necesarias las reglas para vivir en sociedad pero no hago voto de anarquía, hago voto de auto-definición.

Ser original tiene su costo: a Giordano Bruno lo quemaron, encarcelaron a Mandela y mataron a Luther King. Menos dramático, pongo el ejemplo de escritores: a J.K. Rowlings, le fue rechazada su obra de Harry Potter por nueve editoriales diferentes; a George Orwell, con su obra maestra Animal Farm, le dijeron "que era imposible vender historias de animales", y John Grisham, el vendedor de thrillers legales más vendido en la historia, tuvo que tragarse el orgullo y seguir tras 26 rechazos editoriales.

Hay que persistir; aunque no haya éxito convencional, pero por lo menos se logre el rescate de uno mismo. Esto conlleva el dolor de la confrontación personal y la introspección, teniendo en cuenta que el conflicto es un requisito para obtener consciencia personal.

El privilegio de una vida es ser uno mismo. Estamos obligados a hacer auto-examen y una auto-crítica: ¿qué tanto de lo que soy es realmente mío?

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El peor agresor se cree víctima.

Perpetuarse como víctima es típicamente un mecanismo inconsciente y por lo mismo tiene tanta fuerza, porque la gente no reconoce que se ha anidado en su posición de víctima.

Perpetuarse como víctima es típicamente un mecanismo inconsciente y por lo mismo tiene tanta fuerza, porque la gente no se da cuenta y no reconoce que se ha anidado en su posición de víctima.

En cualquier proceso de victimización existen tres figuras: a) la víctima, b) el agresor y c) el rescatador. La víctima, puede estar a merced de un agresor sádico que sistemáticamente la hostiga y la humilla. Este agresor puede ser el cacique del pueblo, el bully de la colonia, el empresario que paga salarios de hambre, la familia que no le ayuda lo suficiente o le quita, o todo un sistema político-económico que la oprime. Eventualmente siempre aparece el rescatador, que salva, cuando menos temporalmente, a la víctima de la agresión.

Pero lo intrigante de esta dinámica es que rara vez la víctima termina por salvarse porque se aferra a su condición de dependencia, impotencia e irresponsabilidad y tarde o temprano regresa a ella. Además, los roles se intercambian y de repente la víctima se pasa a la posición de persecutor y acusa al rescatador de algo o victimiza a aquella que la subsidia. El peor de todos los agresores se cree víctima, justifica todas sus acciones.

¿Quién sale ganando en éste drama?

Nadie.

Nadie gana porque se cae en el juego de la culpa, del pobrecito de mí, del ataque y el rescate. Nadie gana porque esta dinámica inhibe al crecimiento personal y bloquea el desarrollo de recursos propios para lidiar con la realidad. Mejor pedir ayuda, pero nunca rescate.

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Aferrarse, mata.

La estrategia por definición es una renuncia. Se renuncia para abocarse a algo, se sacrifican rumbos alternativos para centrarse en alguno. Es decir: se puede obtener casi cualquier cosa que uno quiera, pero lo que no se puede es obtener TODO lo que uno quiera.

El mundo está saturado, sobre-estimulado, sobre-invertido y bastante agotado. El tema es hacer menos para ser más contundentes; incluso la estrategia personal y de negocio tienen que ver con enfocar esfuerzos hacia pocos, pero relevantes, objetivos.

La estrategia por definición es una renuncia. Se renuncia para abocarse a algo, se sacrifican rumbos alternativos para centrarse en alguno. Es decir: se puede obtener casi cualquier cosa que uno quiera, pero lo que no se puede es obtener TODO lo que uno quiera.

¿Qué me quito de encima? ¿A qué actividad, proceso, ritual, persona o vicio, me sacudo? Hay que remover a lo que drena, hay que renunciar y dejar de hacer porque si no hay espacio, lo nuevo nunca llega. En lugar de llenarme de cosas/ideas/personas que me hacen más pesado, negativo, amargoso y lento, mejor llenarme de energía ligera y flexible.

A lo que me refiero entonces es hacia la disposición de morir en algo de nuestra vieja versión de nosotros mismos y renacer en la oportunidad, la energía creativa y la progresión del ciclo.

Es como atreverse a vivir varias vidas en lugar de sólo una. De ser lo suficientemente irreverente como para atrevernos a ser otros, como el gusano que también sabe ser mariposa.

Pero no lo mismo, siempre. Aferrarse, mata.

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La batalla más grande de la vida es la lucha contra uno mismo

Nuestros hábitos nos manejan a nosotros en lugar de nosotros a ellos. ¿Cuándo vamos a aceptar que la mayoría de lo que hacemos es inconsciente, automático, y que rara vez lo cuestionamos?

Nuestros hábitos nos manejan a nosotros en lugar de nosotros a ellos. ¿Cuándo vamos a aceptar que la mayoría de lo que hacemos es inconsciente, automático, y que rara vez lo cuestionamos?

La batalla más grande de toda la vida es la lucha contra uno mismo. Esa lucha por dejar de hacer algo vs. el hacer algo nuevo; una guerra entre lo que es y lo que se quiere ser; o quizás debería decir: entre lo que ya no se quiere ser contra lo que podría ser.

La inercia es como un monstruo que lentamente sabotea al cambio. Cada cambio que hacemos nos causa un desgaste de energía adicional, al tiempo que la rutina es un factor de eficiencia.

¿Cómo lidiar con el hábito, cómo combatirlo o, mejor aún, usarlo a nuestro favor? El esquema conductista, propuesto por B.F. Skinner, a base de reforzamientos positivos y negativos suele ser el más socorrido; es decir, castigas al "no-cambio" y premias al "sí-cambio". Pero estudios recientes en la plasticidad del cerebro sugieren una vertiente alternativa: no sólo utilizar la teoría del reforzamiento, sino apuntalarse en uno de enfoque sistémico.

Este enfoque consiste en reiteradamente estar abordando, preguntando y conversando sobre el cambio deseado. Cambiar la narrativa predominante es quizá el primer paso para el cambio de conducta.

Al final del día, la actitud no cambia la conducta, sino la conducta es la que cambia a la actitud.

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No aventarse quizá es más duro que fallar.

Fallar una vez, dos, tres o más no es fallar si finalmente le pegas.

Emprender es un acto de rebeldía, un desafío que se hace al sistema y que demanda persistencia, por no decir terquedad. Un emprendedor tiene que plantarse en su posición y seguir poniendo presión hacia lo que quiere porque el mundo le dirá que "no" de múltiples formas.

Un emprendedor es, por definición, un disruptor que se atreve a agredir al status quo y atentar contra el establishment demandando una oportunidad.

La etapa más crítica es al principio, cuando el emprendedor va contra todo y no es tomado en serio. Su círculo cercano opina: "no va a funcionar" o "estás loco". Es entonces cuando está más vulnerable e inseguro porque no puede comprobar sus ideas con hechos y por lo mismo, el flujo de efectivo es más escaso.

El entorno tiende a desacreditar al emprendedor por su entusiasmo "excesivo", su inocencia, su lucha sin remedio. Por si fuera poco, la estadística lo ratifica: la probabilidad de éxito en emprendimientos, dependiendo la fuente, ronda entre 5 y 20 por ciento.

Pero quizás la verdadera tragedia no son los fracasos de emprendimiento sino la abrumadora cantidad de personas que ni siquiera lo intentan, o que se dan por vencidos a la mitad del camino.

Fallar una vez, dos, tres o más no es fallar si finalmente le pegas.

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¿Por qué no inventarnos una vida nueva?

Entre el reto de estar guardado, ¿por qué no utilizar el tiempo para analizar nuestra trayectoria y re-inventarnos? Esta pausa puede ser lo que necesitábamos para arrancar la vida que realmente deseamos y despedirnos de la que ya no queremos.

¿Por qué no diseñar una vida nueva? ¿Por qué no inventarse una vida nueva? ¿Por qué no agarrar una pluma, un cuaderno y empezar a escribir la vida que queremos, ahorita en silencio, en retiro? Se vale hacer borrador 1, 2, 3. Se vale escribir cosas que no sabíamos que éramos capaces de escribir. Se vale que toquemos la dimensión creativa que tenemos todos y la plasmemos en un documento.

Tenemos ahorita un encierro que puede ser interpretado como un retiro, donde podemos nosotros crear y diseñar nuestra propia vida. Nosotros no diseñamos la vida que tenemos, somos un producto del sistema donde cuando menos acordamos, y si tuvimos la fortuna de tener educación, estábamos primero en la primaria, luego en la secundaria, luego prepa y entonces ¿qué carrera vas a estudiar? Luego si llega, ¿qué maestría vas a tener? ¿dónde vas a trabajar? Y ese es el caminito. No sabemos quién lo diseño, cuándo se implementó, pero eso es lo que hacemos los que tenemos la fortuna de tener una educación.

Ojalá que en esta pausa, en este retiro, podamos hacer una evaluación de nuestra vida, de la trayectoria, de ¿dónde voy a terminar si no hago algo diferente? Y tener el valor de enfrentar lo que no es familiar, de salirnos de lo tóxico, aunque sea lo familiar, de poder enfrentar problemas nuevos aunque ya estemos acostumbrados a los problemas viejos. No tenemos mucho tiempo, la vida es efímera y ojalá que esta pausa nos sirva para reflexionar realmente.  Que sea una época a la que regresemos quizás en el futuro y digamos: en ese encierro mundial, en esa novela que quizás pudo haber escrito alguien de thriller o de horror como Stephen King, en ese momento donde se derrumbaban personas, familias, parejas…en ese momento fue cuando yo decidí, cuando yo resolví, aclaré, qué no quiero, qué sí quiero.

Se vale cambiar de opinión en lo que sí queremos. ¿Cuántas veces en la vida? Las que sean. Me parece una maldición eso de “dime que vas a estudiar, para saber entonces qué vas a hacer por el resto de tu vida”. Se vale tener diferentes deseos a través de la vida, se vale también tener varias vidas en esta vida. Lo que no se vale es conformarnos y caer en entropía y estarnos fugando de nuestra vida a base de alcohol, estupefaciente, drogas, la pantalla del teléfono, la pantalla de la televisión, la entropía, lentamente morir porque no nos gusta lo que hacemos; eso no se vale, cambiar de opinión sí.

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Es más fácil obedecer que pensar.

¿Qué tienen en común Hitler, Trump, Maduro? ¿Han sido buenos creadores y contadores de historias? ¿Han logrado idear mecanismos de control y manipulación? ¿Cuál ha sido su secreto para conseguir seguidores?

¿Qué tienen en común Hitler, Trump, Maduro? ¿Han sido buenos creadores y contadores de historias? ¿Han logrado idear mecanismos de control y manipulación? ¿Cuál ha sido su secreto para conseguir seguidores?

Probablemente la clave no está en sus habilidades personales, sino en las debilidades de los seguidores. Es más fácil obedecer que pensar, someterse que emanciparse, copiar que crear.

Es que nacemos despistados y dependientes. Crecemos copiando modelos, como obedeciendo un mandato de psicología evolucionaria para mimetizarnos con el grupo de referencia, buscando pertenecer. Y luego, tras solucionar nuestras necesidades básicas, nos enfocamos a encontrar nuestro propósito, sentido de vida, o incluso nuestro destino.

Esta búsqueda no es nada fácil. Para muchos es, de hecho, una búsqueda infinita, eterna.

Para poder compensar y lidiar con esto, creamos dioses y nos sometemos a dogmas. Los agnósticos, los deístas y ateos, a veces parecen envidiar la sensación de paz y rumbo que tienen los creyentes.

La raya entre ser creyente o miembro de un grupo, y ser un fanático es tan endeble. El fanático no piensa; se funde en un movimiento y queda diluido para dejar de cargar con él mismo.

En la sociedad siempre está el campo fértil para alguien que quiera vender convicciones, rituales y mandatos.

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Negocios, Vida y Marca Personal, Estrategia Horacio Marchand Negocios, Vida y Marca Personal, Estrategia Horacio Marchand

Más vale tener un buen negocio mal manejado, que un mal negocio bien manejado.

El mundo de los negocios es más irracional y fantasioso de lo que asumimos. Los ejecutivos, por más estudios que tengan, cometen errores, son impulsivos y fácilmente pueden caer en sesgos y negación.

El mundo de los negocios es más irracional y fantasioso de lo que asumimos. Los ejecutivos, por más estudios que tengan, cometen errores, son impulsivos y fácilmente pueden caer en sesgos y negación.

Ser líder implica una responsabilidad absoluta de la entidad. Independientemente de lo que le suceda al negocio, el líder es responsable de lo que haga con lo que le ocurre: de apretar el paso o de cambiar el rumbo, de reaccionar al presente o de crear el futuro.

El reto es hacer que los líderes tengan la habilidad de detectar cuándo están fallando o de reconocer cuándo no entienden determinada situación. Un líder con sensores descompuestos por arrogancia o negación acaba por descomponer a su empresa.

Hay buenos negocios mal manejados y hay malos negocios bien manejados. Si se está ante un buen negocio, éste subsidiará la negación y las malas decisiones. Si se está ante un mal negocio, cualquier falla de juicio acabará por hundir a la empresa.

En el primer caso, el negocio puede ser tan noble que tolere por años malas decisiones; aquí los líderes se llevarán un crédito que no les corresponde. En el segundo caso, los líderes serán abucheados porque el negocio "no levanta" a pesar de estar haciendo milagros.

Lo ideal es un buen negocio bien manejado, pero que quede claro que son dos cosas distintas. Si acaso, la conclusión es que el trabajo y la preparación incrementan las posibilidades de éxito para explotar la oportunidad con la que te topas.

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Vida y Marca Personal Horacio Marchand Vida y Marca Personal Horacio Marchand

Al ego, si no le ponemos rienda, no tiene límite.

No hay nada más difícil que enfrentarse a uno mismo. Aprendemos a mentirnos para proteger nuestra autoimagen, defender al ego y no caer en angustia existencial.

No hay nada más difícil que enfrentarse a uno mismo. Aprendemos a mentirnos para proteger nuestra autoimagen, defender al ego y no caer en angustia existencial. Protegemos al guión, la máscara y el rol asumido, al mismo tiempo que negamos nuestra verdadera esencia: la trastocamos, la acentuamos, agrandamos o disminuimos, según nuestras propensiones y sesgos.

Hay cosas que no sabemos que no sabemos. Y en esta dimensión radica el subconsciente, por lo que desconocemos, o mejor dicho, ni siquiera consideramos, el impacto que tiene en la toma de decisiones.

La Teoría de la Atribución (una de muchas ideas sobre los procesos psicológicos en la gestión de negocios) en síntesis opera así: si me va bien, es gracias a mí; si me va mal es debido a las circunstancias. Y al contrario: si te va bien a ti, es gracias a las circunstancias; si te va mal es por tu culpa.

Un ego agrandado no te deja ver; te hace "perfecto" y a otros defectuosos. Al lidiar con un problema o con una oportunidad, el ego-maníaco, desvía su atención a cosas que refuercen su ego o que lo ayuden a ser consistente con su auto-concepto.

¿El remedio para un ego inflado? La vida tiene una forma curiosa de estrellar a los egos y de resarcirle a las personas la humildad y madurez; aunque a veces el costo sea la vida misma. Por último, no podemos olvidar la fuerza que tiene un simple: "me equivoqué".

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