Pensar lo impensable
¿Te has imaginado una vida completamente diferente y mejor? ¿Una estrategia radical que potencie a tu negocio de manera contundente? ¿Un nuevo comienzo, audaz, radical e inspirador? Empieza con darte permiso para pensar lo impensable.
Tu empresa, tú y yo, somos una historia en acción. Somos una narrativa desdoblándose y ejecutándose día a día; construyéndonos y también, en el peor de los casos, destruyéndonos o destruyendo valor.
Esta narrativa puede ser implícita e inconsciente, equiparable a la estrategia que sucede por default, o puede ser explícita y consciente, equiparable a una sólida estrategia articulada en la organización.
Viene al caso la ventana de Overton (Joseph P. Overton), concepto de ciencia política, que se refiere al rango de aceptabilidad de las ideas. Dentro de la ventana quedan las ideas razonables y aceptadas; fuera de la ventana las impensables o radicales.
Pero esta ventana puede moverse a través del tiempo, lo que permite que las ideas vayan pasando por un proceso gradual de exposición y, eventualmente, de aceptación.
Por ejemplo, la idea de que las mujeres pudieran votar era considerada como impensable en una época. Lo mismo sucedió con el consumo legal de la mariguana, el matrimonio entre personas del mismo sexo y otras corrientes que hoy son parte del consenso social o incluso de la legislatura.
Sucede igual en los negocios. Solo las ideas que son incorporadas se convierten en viables. Y aquí está el atore, porque la estrategia pudiera ser anacrónica y estar arrastrando el negocio al precipicio y, sin embargo, se mantiene férreamente en el terreno de lo intocable por estar arraigada en la organización. Cambiar la estrategia puede sonar descabellado, riesgoso y enfrentar a la alta dirección a perder sus posiciones políticas.
Sin embargo, es necesario innovar y cambiar: lo tienes que hacer sí o sí. Lo haces para mantenerte vigente, para alcanzar o desplazar a la competencia, para alinearte con tu mercado meta que ha experimentado cambios, para aprovechar los avances tecnológicos, o de plano, porque ya no te queda otra.
Quizás es hora que te preguntes:
- ¿Aunque seamos fábrica desde hace décadas, podemos darnos permiso de importar y distribuir productos del extranjero?
- ¿A pesar de que siempre hemos usado distribuidores (B2B), podemos considerar el irnos directo al mercado (D2C, direct to consumer)?
- ¿Por qué no doblamos o triplicamos la fuerza de ventas?
- ¿Y si reducimos el portafolio de productos y nos enfocamos en garantizar la entrega puntual?
- ¿Organizamos el área comercial por segmentos de clientes en lugar de regiones?
- ¿Y si dejamos de medir el éxito por volumen y analizamos la rentabilidad por cliente?
- ¿Creamos una marca nueva desde cero?
- ¿Arrancamos una unidad de negocio 100% digital?
- ¿Y si cerramos el negocio y volvemos a empezar con otro enfoque?
- ¿Vendo mi participación accionaria o les compro al resto?
El punto es atreverse a pensar con audacia e irreverencia. Date permiso. No puedes crear un futuro si no lo imaginas primero. Meta, Tesla, OpenAI, Amazon, Uber, por mencionar algunas, fueron ideas y visiones disruptivas de sus fundadores que permearon al resto de la organización y al mercado.
Tener la audacia para explorar ideas impensables y radicales te abre a la posibilidad de cambiar el rumbo y considerar escenarios estratégicos nuevos.
Y sí hay una consideración: atacar las ideas predominantes, que se han convertido en fijaciones funcionales, puede causar una disfuncionalidad en la organización. Se activan la resistencia y los frenos.
Pero sí se puede ser radical para fomentar la discusión existencial que demanda la estrategia. En la apertura y en el permiso, estas ideas 'descabelladas' pudieran, en su caso, separarse por fases en la ejecución o bien, el simple hecho de abrirse libremente a la imaginación, podría llevar a la empresa a rumbos alternativos más originales y rentables.
Texto generado sin IA