México grande

A todos nos gustaría leer esto algún día. México grande, unido, fuerte, educado, sin pobreza extrema, con inversiones en tecnología, infraestructura productiva, capital intelectual, marcas y diseño; dominando canales de distribución y potenciando los recursos humanos que tenemos. Pero antes de que se te active la parte cínica y de desesperanza, sigue leyendo.

Como todas las personas, empresas y países, México puede ser grande si se enfoca y articula estratégicamente el plan y sí, si alguien en posición de poder lo implementa.

Alguien que sea capaz de dar un propósito al país, con una meta concisa e incluyente de crecimiento, que alinee recursos, y que sea capaz de transmitir a los mexicanos el sueño de que en México, todo puede ser posible. A todos nos gustaría ser parte de una buena historia, poder decir: yo viví esa época dorada en México.

Esta trasmisión del propósito y el sueño ya lo hizo Deng Xiaoping, en China, en los ochentas y lo está haciendo actualmente Narenda Modi, en la India. También lo hicieron un número de países que empezaron su desarrollo siendo maquiladores baratos, como Japón, Taiwán, Singapur y Corea del Sur y actualmente son, o están en proceso de convertirse en potencia mundial.

China mantuvo un crecimiento anual del 9% promedio por una década y media; India acaba de reportar en su último año fiscal que terminó en marzo un crecimiento del 7.8% y Sabina Alkire, de la Universidad de Oxford, estima que 415 millones de hindús dejaron la pobreza entre el 2005 y el 2021.

En contraste, el crecimiento en México se estanca, como consecuencia de la desarticulación de las instituciones, las inversiones improductivas e irracionales, la polarización y división entre mexicanos, el culto a la demagogia y una fuerza militar dividida y distraída en afanes no propios de la función.

Cierto que el crecimiento no lo resuelve todo; pero hay que decir que nada, por sí solo, lo resuelve todo. Cabe mencionar que un crecimiento promedio sostenido del 5% anual duplica los estándares de vida de la población cada 14 años (Tyler Cowen, George Mason University).

Independientemente del régimen político, como fue el caso del autoritarismo en Singapur (Lee Kuan Yew), la democracia de India, y la dictadura de partido de China, se puede crecer si se toman las decisiones difíciles y se cumplen con ciertos requerimientos básicos y enfocados.

Se requiere la inversión en infraestructura que habilite el crecimiento, como: conectividad (aeropuertos y carreteras de primera); tecnología/digitalización; estrategia (por ej, los coreanos seleccionaron 5 industrias detonadoras: astilleros, automóviles, químicos, industria pesada y electrónica, y ahora son líderes en todas; en paralelo, ejecutaron un plan de educación de 30 años); y finalmente, aprovechar la vocación-país y su momento geo-político-económico.

La inversión genera empleos, los empleos demandan salud y educación, la educación incrementa la productividad, los empleos también generan consumo, el consumo demanda más producción y servicios que demandan más inversión y así el círculo virtuoso de crecimiento y bienestar.

Se requiere de una decisión política de prosperidad y un plan de crecimiento, ambos divorciados de la ideología del populismo. Dicha corriente no es capaz de hacer lo que se tiene que hacer, pues implica un coste político que no está dispuesto a pagar. Querer ser popular sacrifica el futuro por el presente; hasta que el futuro se nos estrella como con la falta de medicamentos, apagones eléctricos por todo el País, falta de agua, inseguridad, fuga de talentos, diáspora de la fuerza laboral, educación decadente, falta de inversión directa.

El populismo genera pobreza y estanca el desarrollo. Compra popularidad hasta que se acaban los fondos; además fomenta capitales golondrinos y se ensimisma y se desconecta del mundo exterior. Infelizmente, las consecuencias del populismo no son inmediatas y de ahí el engaño en el corto plazo.

México puede ser grande, requerimos más civismo, menos cinismo.

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