Dime con quién andas

 “Un líder es poco, o nada, sin su equipo inmediato de trabajo”.


En el amanecer del siglo XIX, Europa temblaba ante un solo nombre: Napoleón Bonaparte. Un estratega brillante, obsesionado con el orden, la eficiencia y el poder. A su alrededor, un grupo de mariscales convertía sus planes en victorias que parecían imposibles, eran una maquinaria colectiva de inteligencia y ejecución.

Con los años, Napoleón empezó a desconfiar de sus propios hombres y quiso controlarlo todo. El exceso de control reemplazó a la colaboración. El gran emperador empezó a perder batallas no solo por las habilidades de sus enemigos, sino por la erosión de su propio círculo de mando. 

La mayoría de los motines y golpes de estado en la historia, son producto de una insubordinación de los segundos de abordo que se convencen de destituir al líder. 

Aunque las traiciones más grandes típicamente son de gente cercana, lo verdaderamente interesante de este concepto no consiste en evitar que los segundos nos den un golpe de estado, sino en utilizar esta fuerza para llevar a la organización al éxito.

Ningún líder, por brillante que sea, puede sostener su visión sin un equipo que lo respalde. Porque el liderazgo no consiste en tener todas las respuestas, sino en rodearse de personas que se atrevan a darlas.

Un equipo que no ejecute, no dé seguimiento y no refuerce con convicción las directrices del líder, hará que éste pierda fuerza o peor, que nunca la tenga.

El equipo inmediato define al líder y ejecuta el ángulo estratégico. Un buen líder reconoce esto y empieza por ahí.

Dime con quién andas y te diré quién eres. Preséntame a tus segundos, y te diré que tan buen líder eres.


Texto generado sin IA

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La trampa de la razón