Sin renuncia no hay estrategia.
“Sin sacrificio no hay renuncia, sin renuncia no hay estrategia y sin estrategia no hay emprendimiento o iniciativa que perdure”.
Las empresas mueren esencialmente por dos razones: por falta de enfoque y por exceso de enfoque. Si la apertura es demasiado amplia, la propuesta de valor estará diluida y un competidor enfocado acabará por ganar. Si es demasiado estrecha, se arriesga a quedar obsoleto y/o perderse de nuevas oportunidades de mercado.
Este tiempo de hiper-competencia, de exceso de información y de sobre-oferta, también nos enfrenta a aceptar que tenemos una capacidad y tiempo limitados.
Hacer la lista de nuevos proyectos o iniciativas es emocionante. Hacer la lista de las renuncias es incómodo porque nos hace ver nuestras limitaciones, que no podemos con todo, o que no hemos podido, que tenemos que deshacernos o despedirnos de algo que ya le hemos invertido tiempo, dinero, esfuerzo, ilusión.
Es natural que los empresarios y directivos lo quieran todo. Pero perseguir muchos objetivos disminuye energía y potencia. Sin jerarquización, no es posible obtener resultados de alto impacto. Cuando todo es importante, nada acaba siendo importante.
El ejercicio de renunciar libera recursos, clarifica prioridades y enfoca a la actividad cotidiana que es, finalmente, la que alimenta y la que ejecuta día con día la estrategia.
No hay lugar para los indefinidos. Hay que escoger y priorizar. Articular los "no", para llegar entonces con toda la fuerza a los "sí". La estrategia demanda renuncias y un enfoque acotado hacia donde se maximiza la relevancia y el impacto.
Estrategia es: lo más, en lo menos.
Texto generado sin IA