Mentirosos
Hay mentirosos cínicos, crónicos y manipuladores, que mienten mañosamente a sabiendas. También hay mentirosos crónicos, manipuladores, pero que no son necesariamente cínicos, porque ni cuenta se dan que mienten en función de que se tienen engañados a ellos mismos.
Una sub-clasificación de lo anterior, es un trastorno de la personalidad llamada mitomanía: tendencia o inclinación patológica a fabular o transformar la realidad al explicar o narrar un hecho. El enfermo de mitomanía puede llegar a identificarse con personajes famosos de la historia y hasta creerse uno de ellos.
En un grado u otro, todos somos mentirosos. Mentimos cuando decimos una cosa y hacemos otra; cuando omitimos información; cuando la presentamos con un ángulo diferente para dar otra apariencia.
Muchos aprendemos la complicación que conlleva mentir, la trama en la que eventualmente nos enreda y las consecuencias de hacerlo. Otros ni a golpes; lo convierten en un modus operadi, la mentira se vuelve cotidiana.
Llevado a una empresa, difícilmente habrá progreso si los líderes son mentirosos crónicos; porque la cultura de la mentira se instalará y acabará por contagiar a todos.
En las juntas de negocio y presentaciones de power point, por ejemplo, si se pusiera un timbre fuerte que pitara por cada mentira, omisión, sobre o subestimación de las cosas presentadas, no dejaría de timbrar.
Algunas de las tácticas y fallas más comunes son: el maquillaje en las cifras, las modificaciones en las escalas y los rangos, las citas elegidas para soportar un juicio, el hipérbole en lo bueno y la minimización de lo malo, la falta de distinción entre correlación y causalidad y la predominancia del pensamiento concreto sobre el abstracto.
"¿Cómo te fue en la junta?" Ésta es la pregunta más común, y trae la connotación de si ¿La libraste? ¿Te felicitaron? ¿Te pescaron en algún error o desinformado?
He visto gente buena que no sabe presentar bien y la crucifican sin misericordia. He visto gente floja e incompetente, pero que las presentaciones las maneja de maravilla y sale aplaudida.
Por cinismo, protección o por autoengaño, los subordinados le mienten a los jefes, los jefes a sus jefes, y los jefes a sus directores funcionales; luego la mentira llega al director general y éste a su vez le miente al Consejo de Administración. Si la empresa cotiza en Bolsa, entonces una vez más se miente a los inversionistas y al público en general.
Basta con ver los escándalos por fraude que aparecen por todo el mundo donde la mentira ya no fue sostenible.
Llevado a la política, esto es aún peor; la mentira luce casi como un mantra del político. Aclaro y reconozco la utilidad de un buen político en facilitar procesos, limar asperezas y concretar acuerdos.
Nuestra naturaleza política como especie demanda estas habilidades. La diplomacia, una rama de la política, es también una necesidad.
Pero si una pareja, organización, corporación o gobierno se deja atrapar por la mentira, la patología o la perversidad eventualmente será insostenible y se derrumbará.
Podrá ignorarse la realidad, pero las consecuencias de ignorarla, emergerán visiblemente y serán apabullantes.
La mentira le puede generar ventajas de corto plazo al mentiroso, pero en el largo plazo, la realidad acaba por imponerse.
¿Los cómplices de un mentiroso, quiénes son? Los que tienen un interés personal, los que no tienen la capacidad para leerlos, los que no tienen educación, los comprados y los que son iguales o parecidos a ellos.
De todos, los mentirosos con poder son quizás el riesgo más grande que tiene la humanidad. Guerras, invasiones, desmoronamientos, destrucciones; todos ellos vienen de líderes sin contrapesos, de sociópatas, psicópatas o narcisistas o, simplemente, empecinadamente equivocados.