El dilema del relevo

“Los hijos no están para continuar con los sueños de sus padres”.


Hay empresas familiares que funcionan de forma admirable. Pero típicamente, cuando el fundador, además de dueño es padre; la cosa se complica. En la mayoría de las empresas familiares hay una tormenta psicoemocional constante: rivalidades, resentimientos, miedos y culpas.

El padre se debate entre el orgullo por lo logrado y el temor a ceder el reino. Le incomoda su obsolescencia. Esto puede convertirse en un juego inconsciente donde la posición del padre es: brilla, pero no me opaques; sé fuerte, pero necesítame; sé inteligente, pero no me hagas sentir tonto.

Los hijos, navegan entre el deseo de heredar lo que consideran suyo y la frustración de no saber si podrían hacerlo por mérito propio. Por un lado, tienen el reto de llevar a la empresa y el honor familiar a la siguiente generación, pero por otro, sienten temor al fracaso y guardan un resentimiento de no "volar con sus propias alas".

Las toneladas de libros, metodologías y cursos de empresas familiares mencionan poco sobre la complejidad psicológica de las partes. Este ángulo puede ser controversial, pero es importante considerarlo, porque de lo contrario, difícilmente podrá funcionar el gobierno corporativo.

En la sucesión familiar, el éxito no depende solo de protocolos o estructuras, sino de la madurez emocional de sus protagonistas.

Ceder el mando con visión y asumirlo con propósito es una tarea compleja: requiere autoconocimiento, humildad y estrategia.

Al final, trabajar en el negocio familiar debería de ser una opción, no un destino.


Texto generado sin IA

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