El ego busca pertenecer; la esencia busca ser.

Se es o se pertenece; infelizmente, pareciera que son mutuamente excluyentes. Por más que incomode la idea, no puede dejarse de considerar el tradeoff o la compensación contraria que se demandan mutuamente.

Pertenecer a la tribu y al colectivo tiene sus ventajas: ayuda a definir quién eres y amaina la duda de cómo comportarse porque provee las reglas y convenciones de la tribu. De igual manera, brinda una sensación de ser algo más grande de lo que somos individualmente. Por eso hay personas que están definidas por la empresa donde trabaja, su religión, su deporte o los libros que lee.

Además, pertenecer tiene sus razones en la psicología evolucionaria. En nuestros cientos de miles de años de nómadas, si no pertenecías a la tribu o no te acoplabas a las reglas, hábitos y costumbres, eras aislado y abandonado. En la interperie resultaba imposible sobrevivir ante la amenaza del clima, los predatores y otras tribus. Tu vida dependía de ser normal. El original, el innovador y el corre-riesgos era desterrado. 

Vivimos en una sociedad donde ahora resulta que para estar "integrados" tenemos que ser similares y al mismo tiempo tener nuestro propio estilo.

“I didn't listen” es una frase poderosa que si llega en el momento adecuado, puede ser un catalizador y un disparo para romper la inercia que acaba por convertirse en entropía.

“I didn't listen” parece gritarnos una invitación a rescatar sueños enterrados y darles vida a viejos o nuevos anhelos.

El privilegio de toda una vida es ser uno mismo.

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Somos luz y sombra. Tenemos virtudes y defectos, ideales nobles e ideales egoístas.