Escuchar nos hará libres

“Reconocer que necesitamos otras voces nos enriquece en lo personal y nos hace más efectivos en la gestión”.


Yo soy sordo, tú eres sordo, él es sordo, nosotros somos sordos, ellos son sordos... 

Somos sordos con la gente que convivimos cotidianamente. Las empresas son sordas ante los reclamos de sus clientes. Los gobiernos son sordos ante los requerimientos de los ciudadanos. 

Escuchar típicamente va acompañado de una dosis de incomodidad, porque implica visiones distintas o incluso opuestas. Es natural que las personas defendamos nuestras posiciones; todos racionalizamos nuestras conductas, las justificamos y hasta nos jactamos de ellas. 

Los mecanismos de defensa de la psique conforman un patrón de conducta protectivo contra aquello que genera ansiedad, culpa o algún otro sentimiento desagradable.

Por eso, en lugar de escuchar, pensamos lo que vamos a decir para defendernos; en lugar de aceptar una debilidad, gritamos más fuerte y golpeamos la mesa; en lugar de aceptar un error, culpamos a otros.

Quienes buscan crecer deben cultivar la escucha: abrir espacios para fomentar la crítica, rodearse de contrapesos, poner atención a quienes ven las cosas desde otra trinchera. No se trata de vivir en eterna confrontación, sino de crear un ecosistema en el que las opiniones puedan emerger, aunque duela.

No escuchar es no conocer, no conocerse, no aprender y afectar al prójimo. 

Escuchar es un acto de humildad y grandeza que abre caminos.


Texto generado sin IA

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Pensar con los pies